Dolor en San Antonio de Areco por la muerte de un querido veterano de Malvinas: Esta fue su historia
En la Guerra se encargaba de manejar los camiones que llevaban y traían a los soldados al frente de batalla. Luego manejó la ambulancia, levantando heridos y muertos.
Andrés Hartvig, héroe de Malvinas y vecino de San Antonio de Areco, falleció este fin de semana a los 61 años mientras se encontraba internado en el Hospital Militar.
Los mensajes de condolencias se repitieron en todas las instituciones locales y dirigentes políticos sin distinción de color político.
Durante el conflicto del Atlántico sur, sirvió en el Regimiento de Infantería N° 6. Tras su regreso a Areco, se dedicó a la enseñanza como auxiliar en la Escuela Agraria de Duggan. Su tarea se reconvirtió en la de ser un difusor de la causa Malvinas.
En una nota del portal Somos Arraigo, contó que la mañana del 8 de abril de 1982, con 19 años estaba trabajando como todos los días en el taller de electricidad para el automóvil cuando un amigo lo sorprendió con una carta: debía presentarse en el regimiento de Mercedes. Lo llamaban para la guerra. Terminó su turno, fue hasta su casa, preparó un bolso, abrazó a su mamá y le dijo: “Me voy a la guerra”.
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Luego los llevaron hasta el aeropuerto de El Palomar y desde allí en avión hasta Río Gallegos, y de ahí otro avión que recorrió los 600 kilómetros que separan el continente de las Islas Malvinas. “Una vez que llegamos allá les dije a mis compañeros ´olvídense que vamos a volver´. Los primeros días fueron de ayuda de descarga de aviones. Nevaba, llovía y nevaba. El asfalto era pura escarcha", describió.
"La peor noche fue la que comenzaron a bombardear, eran como las cinco de la mañana y no sabíamos qué carajo pasaba. Todos durmiendo en carpas, salimos afuera y veíamos puntitos en el cielo: eran los aviones de ellos. A partir de esa noche todas fueron iguales, si no eran los aviones eran las fragatas que bombardeaban. Dormíamos cuando podíamos. A mi no me pasó pero a muchos les cuesta dormir los días de tormenta”, contaba.
En los 75 días que estuvo en las Islas, Andrés se encargaba de manejar los camiones que llevaban y traían a los soldados al frente de batalla, también llevaba la poca comida que les llegaba: mate cocido con pan. Luego manejó la ambulancia, levantando heridos y muertos que los llevaba al hospital militar.
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“Un día regresábamos del frente de batalla con el camión, casi llegando a Puerto Argentino, al pueblo, veíamos que se levantaba tierra al costado del camino pero no sabíamos que era, resulta que eran bombazos que nos querían pegar a nosotros. Ese día la vi fea”, recuerda. “Extrañaba todo de Areco pero no tenía tiempo para pensar”, dice Andrés que jura que volvería a pelear si fuese necesario.
El último día de la guerra, Andrés salió como siempre a entregar la comida. Cuando regresaba junto a dos compañeros, después de cumplir con la rutina, un superior lo mandó a la zona del aeropuerto. En el camino, le cruzaron un jeep que les impidió avanzar, se bajó un soldado y en inglés los obligó a bajarse del camión. Andrés y sus compañeros siguieron caminando hasta Puerto Argentino. “Fuimos a la casa del capitán y nos dijo ‘¿Se enteraron? Argentina se rindió’. Sentí bronca. Nos ordenaron que agarráramos nuestra ropa y salimos para el lado del aeropuerto, entregamos las armas y los cascos. Estuvimos en el aeropuerto sin comida y a los dos días nos fuimos el barco, el 16 de julio ya estábamos en Buenos Aires. Cuando regresamos nos llamaban agresivamente ´los loquitos de la guerra´ nadie nos daba asistencia”, cuenta Andrés.
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