El ícono del Paseo de la Costa de Vicente López: Un monumento que los visitantes confunden con dos ravioles
La obra monumental queda en uno de los espacio verdes más bellos de la provincia de Buenos Aires. El paseo costero invita a disfrutar de una tarde con múltiples propuestas y de paso, sacarse una foto con esta extraña estructura de hormigón.
El Paseo de la Costa es un hermoso espacio verde con vista al Río de la Plata. Entre semana es menos concurrido y los vecinos aprovechan para disfrutarlo. Los sábados y domingos, se nutre de visitantes que vienen de diferentes puntos de la Provincia para pasar una tarde.
Hay feria artesanal, foods trucks, canchas de fútbol, vóley, básquet, ping pong y hasta una pista de BMX.
Sin embargo, una de las estructuras que resalta es un monumento que está emplazado desde el 2000 en este extenso predio y se ha convertido en una postal del Paseo de la Costa.
A simple vista, la forma confunde al visitante y algunos arriesgan que son paraguas volteados por el viento o dos ravioles y los más creativos sugieren que podría ser una plataforma para que aterricen “platitos” voladores. Nada de eso es lo que es.
Monumento del Fin del Milenio
Este icono del Paseo de la Costa, es una idea que proyectó el arquitecto argentino Amancio Williams en la década de en 1962 en homenaje a su padre, Alberto Williams, un compositor y pianista. En ese entonces, llegó a ser exhibido en la rural de Palermo pero duró tan solo un par de meses.
Llegado el año 2000, el arquitecto Claudio Vekstein y Claudio Williams, uno de los ocho hijos de Amancio deciden reconstruirlo acá, en el paseo costero. Lo inauguraron en febrero del 2000 en homenaje al fin del milenio y por eso su nombre.
El monumento tiene 12 metros de altura y las curiosas cascaras superiores miden 9 metros. Son cuadrangulares y, arquitectónicamente, se las conoce como “bóvedas cáscaras”. Están hechas de hormigón pero sostenidas por columnas huecas.
Esas famosas bóvedas cáscara es un diseño de Amancio William, que sirven también para techos altos y para protegerse del sol o la lluvia. Se pueden aplicar en un gran número de proyectos, entre ellos escuelas, viviendas, edificios culturales, hospitales e iglesias.
Esta forma de construcción proyectada por Amancio Williams tuvo su auge en la década de 1950 y 60 llegando a hacer planos para tres hospitales de Corrientes, una estación de servicio en Avellaneda, una escuela industrial en Olavarría y hasta una casa en las Lomas de San Isidro. Ninguno de estos proyectos fue finalmente construido.
En Santa Fe, hay un espacio de arte, cultura y ciencia llamado “El Molino” que lleva varias de estas bóvedas cáscara.
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