El liberalismo panelístico y la filosofía de la historia
Con denodado asombro hemos visto en los últimos tiempos pulular por diversos canales de televisión a histriónicos personajes -que sin lugar a duda generan rating- esbozando con cierta verborragia pretenciosas teorías económicas perimidas, condenadas por la historia al más rotundo fracaso, pero que en la actualidad se presentan como nuevas, nunca aplicadas correctamente y con un supuesto basamento científico con ambiciones de verosimilitud. También hemos visto una subestimación hacia estas seudopropuestas que no encuentran mayormente punto de debate, y que descienden como verdades a priori impulsadas por nuestros liberales vernáculos (es decir, conservadores que no quieren pagar impuestos). ¿Por qué han tenido tanta repercusión mediática estos sujetos? ¿Por qué han resucitado estas teorías arcaizantes? Aquí un sencillo y brevísimo contrapunto contra un proyecto económico falaz, que se presenta como antisistema y que en realidad conduce a robustecer el statu quo ya que, por acción deliberada u omisión maliciosa, conlleva a sociedades brutalmente desiguales.
Por Emmanuel Rossi. LaNoticia1.com
Nuestro liberalismo vernáculo empieza fallando epistemológicamente desde el inicio. Concibe que el leitmotiv de la vida es la competencia. Casi como una religión (una contradictio más), sus discípulos profesan esta lógica que no tiene vestigio de origen fáctico desde ninguna genealogía de la historia. Es sólo un constructo. Más allá de ello, también piensan que esa competencia está dada -grosso modo, para ser amables- entre iguales; y además, que eso sacará lo mejor de la sociedad y que no intervendrán factores externos a esta “libre concurrencia”. Ex profeso o por ignorancia extrema, no mencionan la lógica central que determina un sistema social: las relaciones de fuerza (o de poder). La libre competencia en el mercado ya fue derrumbada por Lenin en su Imperialismo, fase superior del capitalismo. La monopolización (que no es otra cosa que concentración de fuerza) hace que no exista la “competencia leal” que según estos panelistas nos llevaría al paraíso. Pero más allá de los monopolios u oligopolios, las relaciones humanas son relaciones de poder. Por lo tanto, no considerar esta cuestión conduce al fracaso de toda teoría social.
Claro, nuestros liberales de la TV deben soslayar toda filosofía de la historia, toda ontología, toda relación de poder para que -más o menos, para seguir siendo amable- sus teorías cierren. No hace falta denostar más al concepto de meritocracia, esa basura clasista, falsa, que exponen personajes que heredaron sus fortunas para decirles a los pobres que son pobres porque no se esforzaron. Pero sí debemos hacer un alto en la pretendida cuestión científica que gritan estos hombres de negocios.
“Datos, datos, datos”, suele vociferar uno de estos exponentes de llamativa cabellera. Sucede que la lectura que él hace de los datos es tan (maliciosamente) subjetiva que los datos en sí no tienen sentido. “Argentina era potencia hasta que se fundó el Banco Central según los números de la macroeconomía, por eso, hay que cerrar el Banco Central”, acostumbra a repetir en todos los canales de TV. Es como decir que en los países nórdicos hace frío y tienen buen estándar de vida (datos), por ende, el frío hace que las sociedades vivan mejor (lectura de esos datos). No tiene ningún sentido. Es una casuística barata que la utiliza para diversos temas. Friedrich Nietzsche le contestaría a este señor: “No existen los hechos, sólo las interpretaciones”. Ergo, su lectura de los datos no sólo es subjetiva, sino que es forzadamente tendenciosa para que corrobore su teoría insostenible.
También cuando se les pregunta sobre ejemplos de éxitos, sus exponencias suelen ser parciales, sesgadas, muchas veces amparadas en la ignorancia del interlocutor (¿Paraguay un ejemplo? ¿De verdad?); y cuando se les muestra un fracaso del neoliberalismo, por ejemplo en la Argentina de Menem o Martínez de Hoz, la respuesta es unánime: “No eran verdaderos liberales, no hicieron bien las cosas, yo las hubiera hecho mejor”.
Ahora tenemos a uno de estos liberales panelistas de candidato a Presidente. Dice que su mayor empuje viene de parte de los jóvenes que lo ven como antisistema. Argumenta que el liberalismo se basa en el “sentido común”. Es muy difícil ser “antisistema” y basarse en “el sentido común”. El sentido común siempre es conservador y hasta reaccionario (lo revolucionario rompe el sentido común para crear uno nuevo). Y efectivamente así es nuestro liberalismo vernáculo, conformado por conservadores que no quieren pagar impuestos y no quieren distribuir ningún tipo de riqueza. No hay nada más prosistema que estos supuestos liberales, liberales que, además, más allá de ciertas medidas económicas, no cumplen con ninguno de los apotegmas liberales máximos: son religiosos, están en contra del aborto legal, etc. La lógica de que cada cual se salva solo no sólo es un fracaso porque así lo verifica la historia, sino que no tiene sentido desde lo sociológico y ni siquiera desde lo económico. Nadie nunca jamás podrá acceder a (y gozar de) determinados bienes aislado del resto de la sociedad (las “robinsonadas” ya fueron destruidas por Marx). Pero sí podrá decir que lo que tiene es por su propio esfuerzo y que el Estado (malo, malo, malo) se lo saca para dárselo a los vagos. Es una postura (mezquina, conveniente y falaz ya que todos acceden de una u otra manera a beneficios que otorga el Estado o algún otro) ante la vida de determinadas personas...
Sus teorías no se pueden aplicar como las plantean, si se aplican dan resultados desastrosos para las grandes mayorías; la política y las sociedades no funcionan como lo plantean, y no vinieron a salvar a la Argentina de ninguna decadencia, sólo vinieron a hacer sus negocios. Quieren participar en las elecciones y tienen que salir a comprarle el partido a un hombre muy cercano (confeso) al fascismo... Dejen de mentirle a la gente. La casta política tradicional no dará las respuestas que se requieren, pero ustedes no sólo no son la solución sino que son más bien una exacerbación de los problemas. La política no es gritar en TV ante un conjunto de aplaudidores. Dejen de vender como nuevo un fracaso que ya lleva más de 200 años.
Por más igualdad y menos dinosaurios.
Amén y hasta la vista.