Exterminar la cultura: Hace 42 años la dictadura militar quemaba 24 toneladas de libros en Avellaneda
En 1980, un baldío de Sarandi fue el escenario donde se incineraron un millón y medio de ejemplares pertenecientes al Centro Editor de América Latina. Para demostrar que los libros no habían sido hurtados, los encargados de prender fuego, pidieron que un fotógrafo registre el momento bajo el argumento que “la policía argentina quema, no roba”.
Por Ramiro Pablo Gómez - Twitter
La dictadura cívico militar de 1976 fue un plan sistemático que secuestró, torturó y asesinó a miles de personas pero además intentó borrar todo pensamiento disidente para formatear a la sociedad argentina. Un millón y medio de libros del Centro Editor de América Latina fueron quemados el 26 de junio de 1980 en un baldío de Sarandí, Avellaneda.
Centro Editor de América Latina
El Centro Editor de América Latina (CEAL) fue una editorial argentina fundada en 1966, durante la dictadura de Juan Carlos Onganía, por Boris Spivacow. Se caracterizaba por difundir escritores de la talla de Beatriz Sarlo, Anibal Ford y David Viñas, entre otros, a precios económicos y accesibles. Fue pionero en ingresar literatura y estudios africanos dentro de Argentina.
En 1974 la Triple A secuestró y asesinó a un trabajador del CEAL, Daniel Luaces. Era un presagio de lo que vendría años después.
Co la llegada de la dictadura militar en 1976, la cultura se convirtió en "peligrosa", y entonces, escritores, artistas, poetas, editores, pedagogos, periodistas e intelectuales, pasaron a ser potenciales "subversivos".
“La policía argentina quema, no roba”
El 26 de junio de 1980 fueron quedamos en un baldío de Sarandí 24 toneladas de cultura y memoria nacional. Dos años antes un grupo de inspectores municipales había secuestrado “varios centenares de miles de libros, revistas y enciclopedias y discos de marcada ideología marxista-leninista”.
A raíz de ese hecho se le abrió una causa judicial a la editorial por infracción a la Ley de Seguridad Nacional, más conocida como “ley antisubversiva”. Como Boris Spivacow había denunciado la desaparición de los ejemplares. Entonces, por orden judicial, la policía ordenó que la editorial mande un fotografia que registre el momento del incendio para que quedara testimonio que “la policía argentinaquema, no roba”.
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Spivacow relató esa jornada: “Fuimos caminando al lado del camión que se llevaba los libros. Los policías armados hasta los dientes, ridículamente vestidos para hacer una fogata que se negaba a arder. Si hubo una cierta alegría ese día fue que los libros no se quemaban. Vino uno de los policías a pedirnos plata para comprar nafta… Lo único que nos faltaba, que le diéramos plata a esos tipos para que quemaran los libros…”.
Los libros quemados habían sido clasificados previamente como “material cuestionable”. Había colecciones de La Historia presente, La Nueva Enciclopedia del Mundo Joven, La Historia del movimiento obrero, Transformaciones, entre otras.
En la historia argentina hay que retroceder a 1943 para encontrar registros de quema de libros. En ese entonces, otro golpe militar (Rawson, Ramirez, Farrell) derrocaron al presidente Ramón Castillo y quemaron los libros de las editoriales comunistas del país. Esta práctica fue realizada tambien por el regimen Nazi conducido por Adolf Hitler.
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