La debacle de Alberto Fernández: El "tipo común" que pasó de “mi querida Fabiola” a las revelaciones más oscuras
El expresidente pasó de tener el 60% de imagen positiva en 2019 a quedarse solo y cuestionado por todos los frentes. Las tremendas acusaciones de su expareja por violencia de género lo pusieron en la mira de la justicia y la sociedad. Las esquirlas de este escándalo manchan a la ya desgastada "clase política".
En mayo del 2019, Cristina Kirchner hacía pública la fórmula que resultaría ganadora con ella como vice y la elección de Alberto Fernández como candidato a Presidente. En diciembre de ese año, el ex jefe de gabinete de Néstor, asumía con un 60% de imagen positiva. Se mostraba como un “tipo común” y transparente. Tenía un perro simpático con nombre de músico, revelaba su costado hippie tocando la guitarra, era docente universitario, futbolero, hincha de Argentinos Juniors y había rehecho su vida sentimental.
El hombre que venía a unir a los argentinos y a poner en marcha el país se encontró con una pandemia que sorprendió al mundo. Si bien hay debate sobre su performance como conductor de esta tormenta, todos recordamos las filminas, las explicaciones y la sensación que queda es la de un dirigente activo aunque algo desbordado por las circunstancias. Las últimas revelaciones confirmarían su nutrida actividad pero no justamente dentro de la función política.
Dentro esta crisis sanitaria le estalló la primera bomba revelatoria: la foto de Olivos: No hace falta explicar de qué se trata. La noticia fue tapa de uno de los diarios más importantes del país durante 30 días consecutivos hasta la veda electoral de las PASO 2021.
Fue un golpe hacia su credibilidad. Un mazazo que puso a una parte de la sociedad a cuestionar los privilegios de la clase política y comenzó a provocar una separación entre “la gente” y “los políticos”. Esta semilla fue germinando hasta el punto en el cual el electorado eligió en 2024 a un outsider como Javier Milei, harta de “los mismos de siempre”.
“Mi querida Fabiola convocó a un brindis que no debió haberse hecho”, se justificó el hombre que ya no era tan común. Esa argumentación, mostró la hilacha de una pareja que no funcionaba de manera tan armónica como parecía. Fernández intentó despegarse hundiendo a su “querida Fabiola”.
El malestar por esa reunión inmoral sumado a la crisis económica y emocional de la pandemia, le dieron su primer revés político en las Primarias de 2021 y el Frente de Todos se empezó a resquebrajar.
Después, vino el cuestionado acuerdo con el FMI, la renuncia a la presidencia de la Cámara de Diputados de Máximo Kirchner, las cartas críticas de CFK, la salida de la pandemia, el nacimiento de Francisquito y una crisis económica que casi voltea al gobierno y derivó en un Sergio Massa erigido como súper ministro y un Alberto Fernández que tenía el cargo de Presidente pero solo de modo formal.
A todo esto, se había creado el Ministerio de las Mujeres con el objetivo de defender los derechos avasallados por una cultura históricamente machista. Alberto Fernández hizo gala de este “logro” pero las actuales acusaciones que pesan sobre su persona van a contramano de esas políticas y generan una sensación de hipocresía. Quizás, ese mismo empoderamiento feminista es el que hace de este suceso un escándalo sin precedentes.
En las elecciones del 2024 ganó un personaje que se mostró enojado con la clase política, empatizó con la mayor parte de la sociedad y obtuvo la victoria. Tras la derrota, Alberto Fernández quiso limpiar su imagen con entrevistas televisivas y aprovechó para pegarle a Cristina Kirchner, la mujer que logró que llegará a la Presidencia (imposible de otra manera para AF).
Wado de Pedro, Ministro del Interior durante el Gobierno de Alberto, reveló algunos datos más sobre la relación entre Fernández y su vice. Tras la difusión de las imágenes de Fabiola golpeada dijo: “Me avergüenza el hecho de que haya sido presidente” y “fui testigo del maltrato, el ninguneo y las operaciones que Alberto realizó contra Cristina durante su gobierno”.
Ahora, el hombre no tan común está solo. Enfrenta cargos por violencia de género, se difunden videos impropios del cargo que ostentaba, lo critica todo el arco político y los medios de comunicación y su carrera política parece sepultada.
Es la debacle de Alberto Fernández, un dirigente político en el que la sociedad depositó su confianza y esperanza. Es un golpe que se expande contra la clase política como el Yate de Insaurralde. La generalización es injusta pero así funciona.
“Eso es el kirchnerismo”, señalan sus opositores en el típico carancheo político. Recordamos que Alberto Fernández fue crítico de la dos presidencias de Cristina Kirchner. ¿Ahora es la representación del kirchnerismo? O de manera más global ¿del Peronismo?. Parece, por lo menos, una conclusión bastante simplificada.
Mientras tanto, el outsider se la pasa juntando millas aéreas, visitando el teatro Colón, twitteando 24x7 con un desempleo que aumenta, el comercio y la industria que se hunden, la recuperación en V que no se ve, los alimentos que siguen en los galpones y los jubilados que no llegan ni a mitad de mes.
La impresentable novela de AF tendrá más capítulos y quién sabe cuántas temporadas. Sea cual sea el final de esa historia, no va a impactar en el nivel de vida de la población, ni pagará deuda externa, ni bajará el precio de la leche. Es entretenida pero no gobierna. Sin embargo, el escándalo le pega de lleno al “político tradicional” que no logra reencontrarse con la sociedad que le dio vuelta la cara en el 2023.
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