“Hoy, la única manera de ser capitalista
en general es ser un Demócrata Social (o socialdemócrata)”.
S. Žižek
“Sin Totalidad no hay sentido”.
Ricardo Piglia
Por Emmanuel Rossi
Desbordado -en parte- el cerco del correctismo infausto, resta continuar con ciertas definiciones a fin de lograr evitar la imposición de artificios provenientes de distraídos y malintencionados. En este escenario, buscaremos aproximarnos a algunas características de nuestro wokismo vernáculo, cuyo portador sano ha sido calificado, criolla y apresuradamente, como “progre” (o, en el mejor de los casos, como socialdemócrata).
La distinción entre este tipo de progresismo, que aquí calificaremos como “progresismo posmoderno” o “progresismo woke”, de otros tipos de narrativas obliga a superar el binomio izquierda/derecha tradicional, no porque haya que dejar de lado esta apreciación, sino porque existe un paso previo a abordarse, filosófico, prepolítico, y que tiene que ver con la concepción del mundo y el sentido.
Hoy Occidente -si me permiten el eufemismo- se divide, antes que entre izquierda y derecha, entre relativismo y Totalidad, es decir, entre individualismo sofista y realidad externa al sujeto (entre “el mundo nace de mi percepción” y “el mundo es exterior a mí y me excede”).
Estas cosmovisiones desembocarán en diferentes manifiestos sociológicos, en diferentes acciones y en diferentes agendas, antagónicas e irreconciliables (lo siento por quienes buscan una suerte de amalgama nostálgica y por los oportunistas de siempre).
El subjetivismo sobremoderno y el universalismo de lo común son concepciones opuestas, y, como enseñó Aristóteles hace algunos años, y sigue siendo necesario evocar, nadie puede creer que lo mismo puede (al mismo tiempo) ser y no ser.
Por ende, en pos de unificar criterios, los pilares históricos a los que ha tendido el Kapital global (individualismo, solipsismo pueril, relativismo, posverdad, etc.) son tan comunes a los descendientes de la vieja derecha como al progresismo woke, ya que ambos son liberales posmodernos (es decir, neoliberales). Sólo cambia la pose, la maniobra de presentación. Sin embargo, la tendencia actual es llamar “nueva derecha” a espacios políticos conservadores que tienen prácticamente todas las características de la vieja derecha. ¿Otra artimaña distractiva? Puede ser. Lo importante es destacar que si existe una nueva derecha ésta es la hija parida al abrigo de la filial hollywoodense del Partido Demócrata yankee, las universidades biempensantes del norte y algún que otro gris recinto dominado por tecnócratas y propagandistas.
Actualmente las directrices en Occidente tienen este statu quo que, paradójicamente, se presenta como revolucionario, mientras sus grandes promotores (organismos supranacionales, empresas multinacionales, personalidades multimillonarias, burocracias políticas plutócratas y ONG de dudosa financiación) generan exactamente lo contrario a lo que pregonan: es que esta nueva derecha, el progresismo woke, en la praxis cotidiana no es sino la ritualización de una moda, un simulacro exagerado y hastiante al servicio de las elites, un conjunto de enunciados (incluso contradictorios entre sí) que tienen como objetivo tratar de enaltecer al enunciador (muchas veces en desprecio del resto). En su culto diario, si el sujeto del enunciado no pudiera mostrarse, entonces esta narrativa no existiría. No hay simulacro sin ejecución, no hay activismo sin selfie y no hay declamación buenista y prestidigitada sin el deseo insustancial de viralización.
El problema principal se halla en su control de la agenda, y en la capacidad de daño hacia quienes se oponen (cancelación, escrache, censura, etc.). También en la pauperización y desintegración social que genera, ya que hablamos aquí de los hijos no reconocidos del “Fin de la Historia”. No hay comunidad en la nueva derecha (cualquiera sea su matiz), porque la percepción individual destrona al abordaje de lo Real, y el relativismo extremo castiga toda voluntad de unión, de hermandad y de cohesión transformadora.
Lo ha logrado: con flamante disfraz, y teñida de supuestas buenas intenciones, la nueva derecha, la derecha posmoderna -que pretende dejarnos sin Verdad, sin pasado y sin futuro-, continúa siendo hegemonía.
Comentarios
Para comentar, debés estar registrado
Por favor, iniciá sesión