"Yo no pido porque el Estado no me pidió que ponga un comedor": la particular mirada de un merendero de Florencio Varela
Andrea Escobar dirige el centro 'Fortalecimiento Familiar' en el humilde barrio Carolina 2. Llegó a darle de comer a más de 150 chicos. No recibe ayuda estatal ni tampoco la quiere. Cuenta que en su espacio no fomentan "la vagancia" y enseñan a la gente a "autosustentarse". Y dijo: "No metan a todos los comedores en la misma bolsa".
En Florencio Varela, un rincón del conurbano bonaerense donde la adversidad es una constante y la solidaridad un imperativo moral, Andrea Escobar lidera un proyecto que va más allá de brindar simples alimentos. El comedor comunitario "Fortalecimiento Familiar", bajo su dirección, se erigió como un bastión de esperanza y apoyo para muchas familias de zona sur en estos tiempos difíciles.
Con 51 años, Andrea es madre de 5 hijos, abuela de 11 nietos, y junto a su actual pareja, Omar, se embarcó en una cruzada por el bienestar de su comunidad, en el humilde barrio Carolina II de Varela. Desde hace más de tres décadas, el comedor resultó un faro de luz en medio de la oscuridad, gracias al compromiso inquebrantable de Andy -como la conocen en la zona- y de todo su equipo.
En una entrevista exclusiva con LANOTICIA1.COM, Andrea compartió su visión y su enfoque único hacia la gestión del comedor, en medio de los recortes en la asistencia social del gobierno de Javier Milei. "Yo no le pido al Estado que me mantenga el comedor porque el Estado no me pidió que ponga un comedor", planteó, destacando su decisión de mantener la independencia y la autosuficiencia del comedor.
La comunidad "Fortalecimiento Familiar" se distingue por su enfoque inclusivo y su capacidad para movilizar recursos de manera creativa. "Nosotros no recibimos ayuda ni de la Municipalidad ni de ningún espacio político. Desde hace 30 años la peleamos codo a codo con la gente solidaria que ayuda al comedor", explica Andrea, quien sostiene que “la política acá en los comedores no sirve”.
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Para financiar al comedor, la mujer encabeza una variedad de actividades, desde eventos hasta la venta de productos. "Para recaudar fondos y comprar alimentos hacemos un montón de cosas. Hace 11 años tengo vivero de suculentas y con los que vienen al comedor hacemos macetas que luego vendemos. Además de eso lavo tapizados y ropa”, comentó ante nuestros micrófonos.
Pero la labor de Andrea va más allá del simple acto de proporcionar alimentos a quien va en busca de un plato de comida: "La ayuda no debe limitarse a la entrega de comida, sino que también se deben proporcionar herramientas para que las personas puedan mejorar su situación a largo plazo. Creo firmemente en el principio de ‘si te ayudas, te ayudo. Pero si vos no hacés nada por vos, yo no te puedo mantener’”.
Andrea, contanos un poco acerca de tu comedor…
Este comedor es medio atípico. El comedor se llama ‘Fortalecimiento Familiar’ y somos familias chevroleteras, todos seguidores de Chevrolet en el autódromo. Hacemos muchos eventos con los chicos de Chevrolet para recaudar fondos. Nosotros no recibimos ayuda ni de la Municipalidad ni de ningún espacio político. Desde hace 30 años la peleamos codo a codo con la gente solidaria que ayuda al comedor.
¿Y ese amor por los fierros cómo se fue transformando en solidaridad?
Mi amor por los autos comenzó a los 11 años cuando mi padrino de bautismo me llevó al autódromo por primera vez y desde ese día me enamoré de Chevrolet. Luego, conocí a una persona con la misma pasión y con el tiempo empezamos a involucrarnos en actividades solidarias. Desde entonces nos dedicamos a ayudar a quienes más lo necesitan en la zona.
¿Cómo comenzaste tu labor solidaria en el comedor ?
Mi compromiso con la ayuda a los demás comenzó cuando era muy joven. Empecé ayudando en una capilla cerca de mi casa a los 14 años. Con el tiempo, mi dedicación creció, y cuando me mudé a este barrio Carolina II, continué ayudando a quienes lo necesitaban en mi nuevo vecindario.
¿Qué obstáculos enfrentaste cuando llegaste a tu vecindario actual?
Al principio, el apoyo era limitado. Sin embargo, gracias a la colaboración de la delegada municipal Alejandra Gauto y los quinteros locales, pudimos comenzar a brindar ayuda a quienes más lo necesitaban en la zona.
¿Cómo fueron tus primeros pasos con el comedor?
Comencé de a poco, al principio eran tres chiquitos que venían a almorzar con nosotros, después de al lado llegaron otros dos chicos más, el de enfrente me mandaba otros tres y cuando me quise dar cuenta ya tenía como 15 pibes comiendo en casa. Así fuimos creciendo hasta que una vez llegamos a darle de comer a 156 chicos el mismo día.
¿Y cómo hacen para darle de comer a tanta gente sin recibir ayuda del Estado?
Somos todos chevroleteros y organizamos eventos para juntar alimentos. Además de las donaciones esporádicas, organizamos actividades para recaudar fondos, como ferias americanas y talleres. También fomentamos la autosuficiencia a través de la enseñanza de habilidades como la jardinería y la alfabetización. Además vendemos macetas y hacemos lavado de ropa. Cada miembro de la familia contribuye como puede para mantener el comedor.
¿Y lo que juntan en los eventos les alcanza para mantener el comedor abierto?
A veces no se puede juntar mucho porque es muy poquito lo que la gente puede donar hoy en día. Tiempo atrás organizábamos una juntada y juntábamos alimentos como para tres meses. Pero hoy por hoy tenemos que hacer una juntada tras otra y salir hacer miles de cosas para poder lograr juntar la comida.
¿Y qué es lo que hacen para juntar esos alimentos?
Para recaudar fondos y comprar alimentos hacemos un montón de cosas. Hace 11 años tengo vivero de suculentas y con los que vienen al comedor hacemos macetas que luego vendemos. Además yo lavo tapizados, lavo colchones, lavo frazadas. Y con todos esos recursos que juntamos compramos los alimentos para el comedor.
“No todos los comedores somos iguales. Para nosotros, las banderas políticas acá no sirven”.
¿Cómo manejan las situaciones difíciles que enfrentan diariamente?
Es duro porque sin querer me convertí en alguien que tiene que decidir si esa persona que llega al comedor come o no come ese día, sobre todo muchas veces cuando los alimentos no alcanzan para todos. Y a la vez sabés que tampoco es tu obligación estar en esto pero el corazón manda. Así que terminamos haciendo lo imposible para que nadie se quede sin su plato de comida.
¿Y cómo hacés con tu familia? ¿No piden que estés más tiempo en casa?
Es que mi familia y yo vemos el comedor como una extensión de nuestro hogar. Tengo una gran familia que me apoya en todo momento. Mis hijos y mi pareja también se suman al trabajo en el comedor. Además, contamos con el apoyo de la comunidad, incluyendo a personas de diferentes sectores sociales y religiosos.
Contame un poco más acerca de todos ellos…
Yo soy mamá de 5 hijos, 3 de ellos ya están casados. Y soy abuela de 11 nietos. Tengo a mi nena de 16 años y mi hijo de 20 que cocinan a la par mía. También hay tres chicas que me ayudan: Pamela, Daiana y Evelina. Ellas me dan una manito pero saben que la olla la manejo yo (risas). Además, mi pareja Omar, se sumó al carro y tira con nosotros. Todo esto sin contar a los chicos de Chevrolet que ponen el pecho para organizar un montón de eventos. Hay mucha gente del barrio que también colabora.
¿Cómo te motivas para continuar con esta labor?
El apoyo de mi familia y el amor por lo que hacemos son mi principal motivación. Además, el impacto positivo que generamos en la comunidad nos impulsa a seguir adelante a pesar de las dificultades.
Con tanta gente que depende de vos, ¿no tenés miedo que un día no puedas ayudarlos más?
Yo a todos los que vienen al comedor les enseño a autoabastecerse. A veces muchos dicen: ‘el comedor fomenta la vagancia’. Creo que es importante comprender que en nuestro comedor comunitario no fomentamos la vagancia, como a menudo se dice. Más bien, brindamos apoyo y enseñamos habilidades que ayudan a las personas a ser más autosuficientes y a salir adelante en tiempos difíciles. Además los niños reciben alfabetización, más que nada escritura y lectura que es lo que te saca adelante.
O sea que la idea es que la gente además de venir a comer, encuentre herramientas para poder progresar…
Por supuesto. A ver, hay una cuestión y es que yo a la gente que viene al comedor no la puedo mantener. Si venís al comedor yo te voy a dar una mano. Pero si vos al tiempo que empezaste a venir no intentás salir adelante, no intentás salir a flote, mucho no se puede hacer. Yo siempre te voy a dar una mano, pero si vos no hacés nada para cambiar tu vida, yo no te puedo mantener.
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Es una mirada bastante bastante particular…
Es que nosotros en Fortalecimiento Familiar somos bastante distintos, somos bastante atípicos. Esta semana he escuchado por todos lados que muchos comedores que reclaman alimentos al Estado dicen que tienen 100 personas comiendo pero en realidad tienen 20. No te digo que no los haya pero muchos ponen a todos los comedores en la misma bolsa. Y no todos los comedores somos iguales. Para nosotros, las banderas políticas acá no sirven.
¿Y cómo fuiste formando esta postura que tenés ahora?
Surge de mi convicción de que la ayuda no debe limitarse a la entrega de comida, sino que también se deben proporcionar herramientas para que las personas puedan mejorar su situación a largo plazo. Creo firmemente en el principio de "si te ayudas, te ayudo", donde brindamos apoyo a aquellos que demuestran un compromiso real para salir adelante.
Es interesante cómo lograste mantener el comedor sin depender de la asistencia del Estado…
Creo que es importante destacar que cada comedor es único en su enfoque y su situación. En nuestro caso, nos esforzamos por ser autosuficientes y enseñar a las personas a serlo también. Yo no le puedo pedir al Estado que mantenga mi comedor porque el Estado no me pidió a mí que ponga un comedor. Para mí un comedor lo ponés porque tenés ganas. Y si tenés ganas, salís a buscar lo que necesitas para el comedor.
La última, como para relajar un poquito… Viene una persona y te dice que quiere colaborar con el comedor pero es fanática de Ford. ¿Qué hacemos ahí?
(Risas) En nuestro comedor, lo que importa es el compromiso y la solidaridad, no las diferencias. Todos son bienvenidos a colaborar, independientemente de que marca son hinchas. Ser chevroletero o ser hincha de Ford no es como un River - Boca. Todos somos fierreros. Pero sobre todo, somos una familia unida por el deseo de ayudar a los demás.
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