La última recorrida al Colegio San Fernando antes de su cierre: la crisis y el adiós a un rincón histórico del municipio
La institución iba a cumplir 70 años en este 2024 pero su edificio, declarado patrimonio histórico municipal, hace más de un siglo está al servicio de la educación. Sin subvención del Estado y con una comunidad de clase media que se fue volcando a la educación pública y gratuita, ahora se vio obligada a cerrar sus puertas dejando atrás siete décadas de historias, enseñanzas y alegrías. "Con los alumnos lloramos juntos", confesó la directora Susana Notti a LaNoticia1.com.
El lamento eco de una comunidad, el susurro de los recuerdos entre las vetustas paredes del Colegio San Fernando, resuena con melancolía y nostalgia por las calles de este histórico rincón de San Fernando. Una institución educativa que durante casi siete décadas fue faro de conocimiento y cuna de valores, cierra sus puertas para dejar un vacío en el corazón de quienes lo consideraron su segundo hogar.

El triste telón que ahora se cierne sobre el edificio de Constitución al 1337 no es solo el fin de una etapa, sino el desvanecimiento de una legendaria historia que se tejía con cada risa de los alumnos y con cada anhelo de superación. Desde su fundación en el año 1954, este bastión de la educación fue testigo del devenir de generaciones enteras, brindando un espacio donde los jóvenes no solo adquirían conocimientos académicos, sino también valores humanos imperecederos.
La edificación, que ya contaba con más de un siglo de existencia al servicio de la educación bajo el nombre de Escuela Normal antes de su conversión en el Colegio San Fernando, se erigía como un símbolo de perdurabilidad en un mundo que cambia a velocidades vertiginosas. Ubicado a escasas cuadras de la estación del tren Mitre, este recinto no solo fue un referente educativo en la región, sino también un pilar de la identidad local, inmutable ante las embestidas del tiempo.
La decisión de cerrar sus puertas no fue repentina ni caprichosa, sino el amargo fruto de una situación económica adversa que golpeó con fuerza a numerosas instituciones educativas en todo el territorio bonaerense. Atravesando diversas crisis a lo largo de su historia, el Colegio San Fernando siempre se mantuvo firme, resistiendo los embates del destino. Sin embargo, en esta ocasión, los estragos de la morosidad en las cuotas y la disminución en la matriculación sellaron su trágico destino.


El cierre de esta venerable institución no solo deja un vacío en el panorama educativo local, sino que también constituye un duro golpe para la comunidad en su conjunto. Los ecos de las risas y los sueños de tantos jóvenes que pasaron por sus aulas resonarán ahora en el silencio de sus pasillos desiertos, recordando tiempos mejores y dejando una estela de añoranza en aquellos que fueron parte de su legado.
Sin embargo, en medio de la oscuridad que envuelve este triste capítulo, brota una tenue luz de esperanza en forma de solidaridad y apoyo. Ante la noticia del cierre, antiguos alumnos y miembros de la comunidad se unieron en un esfuerzo conjunto para intentar salvar la institución que los vio crecer. Es en estos gestos de generosidad y compromiso donde reside la verdadera esencia del Colegio San Fernando, trascendiendo las fronteras del tiempo y demostrando que, aunque las puertas se cierren por ahora, el espíritu de esta noble institución perdurará por siempre en el corazón de quienes la amaron y la honraron con su paso.
Así, mientras el polvo cubre las viejas pizarras y los pájaros anidan en los rincones olvidados, la comunidad de San Fernando guarda en su memoria el legado imborrable del Colegio San Fernando, anhelando el día en que sus puertas vuelvan a abrirse para recibir a nuevas generaciones ávidas de conocimiento y guiadas por los mismos valores que lo convirtieron en un faro de excelencia educativa durante tantos años. Porque aunque el presente sea sombrío, la esperanza de un mañana mejor sigue brillando en el horizonte, como un faro de luz en la noche más oscura.

En una emotiva y reveladora entrevista, Susana Notti, directora durante más de tres décadas y alma mater de la escuela, comparte con nosotros la historia, las anécdotas y los momentos difíciles que enfrenta esta venerable institución educativa ante su inminente cierre. Susana es hija de Ricardo Notti y Susana Bermúdez de Notti, fundadores del centro educativo. Y dice que es la segunda y no la mayor de sus hermanos, porque el Colegio San Fernando fue el primer hijo de sus padres.

Susana, antes que nada, ¿podrías contarnos un poco sobre la historia del colegio y tu conexión personal con esta institución?
Claro, con mucho gusto. El Colegio San Fernando tiene una historia que se remonta a más de medio siglo atrás. Fundado en 1954 por mis padres, quienes decidieron embarcarse en la aventura de crear una institución educativa moderna y progresista. Mi madre, una maestra de corazón, fue alumna de la antigua Escuela Normal que ocupaba el mismo edificio donde más tarde se estableció nuestro colegio. Desde entonces, el colegio ha sido mi vida. Nací en 1962 y crecí entre sus aulas, primero como alumna y luego como maestra y directora. Es una parte inseparable de mi identidad y de mi familia.

¿Cómo se fue gestando la idea de la apertura del colegio?
Hubo un tiempo en que la Escuela Normal Superior "Gral. José Gervasio Artigas" fue pujante. El establecimiento fue creciendo, el edificio quedó chico y se trasladó a su actual dirección, que es en la esquina de Tres de Febrero y Almirante Brown. Así fue que el edificio de calle Constitución quedó vacío. Mi mamá trabajó en la Escuela Normal hasta que un día decidió fundar su propia escuela. En 1953 junto con mi padre, cuando todavía eran novios, decidieron emprender esta locura y este sueño de fundar una escuela. Ella tenía 23 años y él tenía 26. Eran muy jóvenes. Y bueno, buscando un lugar terminaron en el mismo sitio donde ella se había formado. En ese momento el predio estaba vacío, ellos visitaron el lugar, acordaron alquilarlo y bueno, así comenzó la historia.


¿Cómo transcurrieron los primeros años de vida de la institución?
El colegio se fundó el 1 de abril de 1954, fue el primer colegio laico de San Fernando y arrancó con un proyecto muy de vanguardia para la época, que era una doble escolaridad optativa con inglés. Así que para la época y para la zona era una novedad absoluta y le llamaban el colegio inglés. Siempre con la vara muy alta a nivel pedagógico, creció mucho y pronto.

Imagino que para vos el colegio es mucho más que un lugar de trabajo…
El colegio es mi vida. Fue el primer hijo de mis padres. Se creó en 1954 y yo nací en 1962, así que te diría que toda la vida estuve en la escuela: primero como alumna y después ya continué como maestra y directora. Mamá tenía 23 cuando fundó la escuela y yo tenía 23 cuando mi mamá murió y me tuve que hacer cargo de la dirección general del colegio. Así que yo llevo 44 años trabajando en el colegio desde que me recibí como docentes y unos 37 desde que me desempeño como directora.
¿Cuáles fueron los principales desafíos que enfrentó el colegio en los últimos años?
A lo largo de los años, el colegio enfrentó varios desafíos, pero quizás el más significativo fue el aspecto financiero. A medida que la situación económica del país se volvía más difícil, la matrícula comenzó a disminuir, lo que afectó nuestra capacidad para mantenernos a flote. Además, la pérdida de la subvención estatal en la década de 1990 nos dejó en una situación aún más precaria. Intentamos buscar inversores y soluciones alternativas, pero lamentablemente no tuvimos éxito.


¿Cómo era el colegio y cuándo comenzó la debacle?
Al ser un colegio pequeño, el San Fernando siempre fue un lugar donde la educación era muy personalizada, de mucha contención, de conocer mucho a cada niño. Y de ponerle mucho amor y entrega al proyecto. Las familias que conformaban la comunidad del colegio son de clase media y también tuvieron sus dificultades económicas. Al no tener ayuda del Estado, la cuota del colegio no era tan competitiva y muchos de nuestros chicos tuvieron que ir sin escalas a la educación de gestión pública y gratuita. Eso hizo que quedaran pocos alumnos y que la cuota tenía que ser más elevada. Es una situación difícil de romper. Esta crisis no es solamente la de hoy, sino la que viene arrastrando el país hace años.
¿Cómo se fueron dando los hechos hasta llegar punto de tener que cerrar las puertas?
Con los años la matrícula fue mermando y aunque llegó a tener 450 alumnos, el año pasado el colegio terminó con 120 chicos nada más. Hay reglamentaciones y disposiciones que rigen actualmente en la normativa de educación que exigen que los colegios tengan al menos 15 alumnos por curso pero tras la pandemia, muchos colegios mermaron en su matrícula, por lo que en muchos lugares autorizaron una excepción al mínimo. Pero el año pasado, desde la Dirección de Escuelas nos avisaron que esa excepción ya no correría a partir de este 2024 y por tal motivo nos vimos obligados a cerrar.
¿Cómo recibieron la noticia del cierre y cómo manejaron la situación con los estudiantes y las familias afectadas?
El cierre del colegio fue un golpe devastador para todos nosotros. Tratamos de manejar la situación con la mayor sensibilidad posible, reuniéndonos con cada familia afectada y ofreciendo apoyo emocional y ayuda para encontrar nuevas opciones educativas para los estudiantes. Fue un proceso doloroso, pero creo que logramos hacerlo de manera digna y respetuosa.


¿Cuál fue el momento más complicado o doloroso de todo este proceso?
Los 9 chicos de quinto año que se recibían este año y que se habían anotado para terminar su secundario en el colegio este 2024, tuvieron que recibir la triste noticia a fin de año de que no habiéndose conformado un grupo de 15, no nos autorizaban a abrir el curso. Lo manejamos muy desde lo personal, citando cada familia, conteniendo a cada chico, abrazándonos, llorando juntos y también ayudándolos a reubicarse en otras escuelas. Y también hubo un gran trabajo para reubicar a los chicos de otros cursos que tienen determinadas dificultades o características que hacen que tengan proyectos de inclusión y que no encuentren vacantes fácilmente en otros colegios, porque siempre falta cupo para ellos. Así que fue un tema muy dramático.
¿En qué situación quedaron los trabajadores, tanto docentes como auxiliares?
Ahora que lo mencionás, yo quiero agradecer al personal porque ha sido paciente, ha apoyado y todavía sigue acompañando tanto a directivos y alumnos en todo este proceso. En estos momentos estamos tratando de, por un lado, cobrar a las familias que todavía mantienen alguna deuda con la escuela, porque es el único ingreso genuino que nos queda, y por otro lado, vendiendo todo: bancos, sillas, pizarrones, tecnología, material didáctico, todo lo que se te ocurra. Por decirte algo, hoy vinieron a ver un pasto sintético que tiene el patio de adelante, que está usado y desgastado, y lo querían llevar igual. En definitiva, todo va a sumar para poder ayudarnos a pagar los sueldos y cerrar de la mejor manera que podamos.
¿Hubo algún intento por parte de las autoridades locales, provinciales o nacionales de brindar ayuda?
Lamentablemente, los intentos de buscar ayuda externa no dieron resultados positivos. Aunque algunos exalumnos y miembros de la comunidad se han acercado con la intención de ayudar, no hemos recibido apoyo oficial de las autoridades locales o provinciales. Esto fue un poco decepcionante, pero estamos decididos a cerrar el colegio con dignidad y gratitud por todo lo que ha significado para tantas personas a lo largo de los años.

Por último… Sos una persona que le dedicó toda tu vida a este colegio. ¿Qué te imaginás para el futuro?
Aunque el cierre del colegio es una realidad que debemos aceptar, todavía conservo la esperanza de que algún día pueda reabrir sus puertas. Estamos explorando todas las opciones posibles y buscando formas de preservar el legado y la historia del colegio. Mi deseo es que el espíritu del Colegio San Fernando continúe vivo en la comunidad, y que pueda seguir siendo un símbolo de educación de calidad y excelencia en San Fernando. Este 2024 es un año de cierre para la escuela pero tengo la esperanza de que en el futuro pueda suceder un milagro.

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