El maestro que vive en calle de tierra, no tiene luz ni cloaca y da clases a chicos de los barrios más pobres de Merlo
David Maidana, un maestro de 34 años, creció en una de las zonas más postergadas del distrito. A pesar de los obstáculos, se recibió de docente y hoy da clases a jóvenes que, como él, enfrentan la pobreza a diario. Vive sin luz estable y en medio de inundaciones, pero su vocación y compromiso lo impulsan a seguir luchando por un futuro mejor para sus alumnos.
David Maidana, de 34 años, oriundo del barrio El Palomo, en la localidad de Libertad, Merlo, es un maestro que dedica su vida a la educación y a la militancia política. Su historia es un ejemplo de perseverancia, habiendo crecido en un entorno de humildad y superado múltiples obstáculos para alcanzar su título docente. "Mi viejo es trabajador metalúrgico y mi mamá fue trabajadora doméstica durante muchos años", relata a LANOTICIA1.COM David, quien desde los 16 años tuvo que enfrentarse a la realidad del trabajo precario: "Laburé en la construcción, verdulerías y fábricas, siempre en la informalidad".
Fue en medio de esas experiencias que comenzó a interesarse por la historia y se sensibilizó con las problemáticas sociales que lo rodeaban. La docencia, en un principio, la vio como una posible salida laboral, pero pronto se convirtió en una verdadera vocación: "Empecé a estudiar en el profesorado. Fueron años duros, trabajaba de noche en una fábrica alimenticia y cursaba de día". A pesar de los problemas económicos y laborales, con el apoyo de sus seres queridos logró recibirse, convirtiéndose en el primero de su familia en obtener un título terciario.
Hoy en día, Maidana es docente en una escuela ubicada a pocas cuadras de su hogar, en un barrio con muchas carencias. "No hay asfalto, ni cloacas, ni agua potable", describe con crudeza, y añade que la mayoría de los jóvenes de la zona no tienen trabajo, y si lo consiguen, es en condiciones muy precarias. “Muchos hogares tienen medidores de luz prepago. En mi casa también lo tenemos, es prácticamente un traga monedas. Si no cargás, te quedás sin luz en cualquier momento. En verano se te pudren los alimentos o, si hay alguien electrodependiente, la situación se vuelve crítica”, describe.
La falta de infraestructura de este distrito ubicado a tan solo 30 minutos del Obelisco también golpea con cada inclemencia climática. “Cada vez que llueve mucho, siempre hay problemas. No solo durante las tormentas fuertes, sino también cuando llueve de forma prolongada. El barrio se inunda porque no tenemos cloacas ni obras hidráulicas. Esto no es algo nuevo, llevamos más de 40 años en esta situación”, lamenta.
No obstante, las dificultades no solo se presentan en el hogar, sino también en las aulas: "Vos ves en la escuela que 7 de cada 10 pibes son pobres. Los chicos que asisten a clases tienen muchas carencias. Algunos no tienen para comer, y lo único que comen en el día es lo que les dan en la escuela".
En ese marco, relata una triste anécdota: “En la Escuela N°76, un día los pibes me hablaron de la ‘empanada de aire’. Pensé que era un chiste, pero cuando les trajeron las empanadas, eran tan infladas que casi no tenían relleno. Con ironía, y a su modo, los chicos estaban denunciando la mala calidad de los alimentos que reciben los comedores por parte de la Provincia”.
David también destaca cómo la crisis económica y social fue agravando otras problemáticas entre los jóvenes, como la ludopatía: "Algunos pibes nos dicen que apuestan porque es la única forma de conseguir plata para comprarse algo, porque sus padres no pueden".
A pesar de los obstáculos diarios, Maidana logró combinar su vocación docente con la militancia política. Durante tres años fue concejal por el PTS en el Frente de Izquierda, cargo que desempeñó con el mismo compromiso que dedica a sus alumnos. "Pusimos nuestras bancas al servicio de los que no tienen voz habitualmente: trabajadores de la educación, obreros, familias de barrios populares", explica. En su mandato, donaba parte de su dieta como concejal, cobrando solo el equivalente a su salario docente.
A lo largo de su vida, David demostró que el esfuerzo y la pasión pueden romper barreras. Desde sus primeros trabajos precarios hasta su participación en el Concejo Deliberante, su trayectoria es un claro reflejo de alguien que nunca olvidó sus raíces ni dejó de luchar por un cambio verdadero. Hoy, desde las aulas y los barrios, Maidana sigue apostando por un futuro más justo para sus alumnos y vecinos, convencido de que las soluciones solo llegarán de la mano de quienes sufren y luchan cada día.
La entrevista completa:
¿Podrías decirme tu nombre, edad y de dónde sos?
Mi nombre es David Maidana, tengo 34 años y soy del barrio El Palomo, en la localidad de Libertad, partido de Merlo. Soy profesor de historia en el nivel secundario y también fui concejal por el PTS en el Frente de Izquierda.
Contanos un poco sobre tu vida. ¿Cómo fue tu crianza? ¿Cómo fuiste progresando desde tus inicios hasta alcanzar el título docente, teniendo en cuenta que venís de un barrio muy humilde?
Mi viejo es trabajador metalúrgico y sigue laburando. Mi mamá fue trabajadora doméstica durante muchos años, hasta que tuvo problemas de salud. Desde los 16 años empecé a laburar en trabajos precarios: en la construcción, en verdulerías y fábricas, siempre en la informalidad. Ahí empecé a interesarme por la historia y me sensibilicé con los problemas sociales, con la pobreza, y también me involucré en discusiones políticas.
La docencia la vi, al principio, como una posibilidad laboral. Me gustaba la historia, pero también lo veía como una salida. Así que empecé a estudiar en el terciario. Fueron años duros, trabajaba de noche en una fábrica alimenticia y cursaba durante el día. El último año fue el más difícil, me quedé sin laburo y se complicó mucho sostener el estudio. Aunque la cursada era gratuita, había que pagar apuntes, la comida, y eso pesaba. Pero, con mucho esfuerzo y el apoyo de mi familia y conocidos, logré recibirme.
Obtener el título fue un orgullo enorme para toda la familia. Soy el primero en tener un título terciario, así que fue un logro muy festejado. Mis viejos, que son laburantes, estaban súper contentos. Fue un momento muy especial para todos.
Sabemos que vivís en un barrio muy precario de Merlo. ¿Nos podés contar cómo se llama, dónde queda y cómo es tu vida diaria? ¿Qué dificultades enfrentás tanto en tu barrio como en la escuela donde trabajás?
Mirá, mi barrio es como muchos de Merlo: no hay asfalto, ni cloacas, ni agua potable. Hay muchos problemas de vivienda, y la mayoría de los pibes no tiene trabajo, o si lo tienen, es en changas muy precarias. Yo trabajo en una escuela que está a unas 10 cuadras de mi casa, así que me muevo mayormente por la zona. Los chicos que asisten tienen muchas carencias, te das cuenta enseguida. Algunos no tienen zapatillas, ropa, o comida suficiente. Muchas veces te comentan, aunque sea brevemente, que la están pasando mal en sus casas, tanto económica como emocionalmente.
Como te decía, en mi barrio hay necesidades que siguen irresueltas desde hace décadas, bajo diferentes gobiernos peronistas. Falta de cloacas, agua potable, hacinamiento... las personas hacen enormes esfuerzos por alquilar, y encima muchos tienen medidores de luz prepago. En mi casa también lo tenemos, es prácticamente un traga monedas. Si no cargás, te quedás sin luz en cualquier momento. En verano se te pudren los alimentos o, si hay alguien electrodependiente, la situación se vuelve crítica.
Todo esto se viene agravando con cada gobierno, no hay mejoras, sino que en muchos aspectos todo empeora. Esto también afecta a los chicos. Vos ves en la escuela que 7 de cada 10 pibes son pobres. Algunos no tienen para comer y lo único que comen en todo el día es lo que les dan en la escuela. Están desesperados por agarrar algo más. No tienen zapatillas, ropa, y sus padres laburan en condiciones muy precarias o no tienen trabajo. Muchos sobreviven con asistencia social que no alcanza para nada.
Mi día a día está marcado por todo esto. Me levanto temprano, me gusta leer un poco antes de salir a laburar. Y, además de mi trabajo, trato de visibilizar los reclamos de la gente en los barrios populares y en la comunidad educativa, que para mí son lo mismo, porque está todo conectado. Hay mucha bronca acumulada, porque los gobiernos pasan —Macri, Alberto Fernández, Massa, Cristina, y ahora Milei— y la situación sigue empeorando. Es una espiral de decadencia. Lo mismo pasa con los jubilados, que cobran la mínima y están muy complicados.
Hoy en día, el tema de las adicciones es muy preocupante, sobre todo con la facilidad de acceso que tienen los chicos a través del celular. Como docente, ¿te toca convivir con todo esto, además de enseñar? Y en lo social, ¿sentís que a veces estás más abocado a contener que a enseñar contenidos?
Sí, en muchos casos, como decís, además de enseñar, el docente termina brindando contención. Nos preocupamos mucho por lo que les pasa a los chicos. Cuando faltan varios días, les preguntamos qué les pasa, y como ganamos su confianza, ellos nos cuentan de todo: problemas económicos, familiares y emocionales. Desde la pandemia, los problemas emocionales han aumentado mucho, como la ansiedad y, como mencionabas, la ludopatía, que está afectando a muchos pibes. Algunos hasta nos dicen que apuestan porque es la única forma de conseguir plata para comprarse algo, porque sus padres no pueden.
Lo peor es que no hay ningún control sobre estas empresas de apuestas. Los chicos pueden entrar a las plataformas sin que nadie lo impida, y desde la pandemia esto explotó. Estas empresas están haciendo fortunas a costa de los jóvenes, mientras ellos sufren las consecuencias. Además, los problemas económicos agravan todo. Los chicos no tienen para comer. Te cuento una anécdota: en la escuela 76 de Rivadavia, un día los pibes me hablaron de la "empanada de aire". Pensé que era un chiste, pero cuando les trajeron las empanadas, eran tan infladas que casi no tenían relleno. Con ironía, los chicos están denunciando la mala calidad de los alimentos que manda el gobierno de Kicillof.
Lo mismo pasa con el programa Mesa Bonaerense, que les da a las familias una caja con 5 o 6 productos de marcas de segunda o tercera categoría para todo el mes. Es indignante, sobre todo en una provincia tan rica como Buenos Aires, donde están las principales empresas alimenticias. Por ejemplo, a pocas cuadras de mi barrio está el frigorífico SWIFT, que es un gigante internacional, y mientras tanto, los chicos de acá no tienen ni qué comer. Es un contraste brutal. El gobierno podría tranquilamente garantizar alimentos de calidad, pero no se prioriza, y eso afecta directamente a los chicos, que cada vez la pasan peor.
¿Cómo la pasan en el barrio cada vez que hay tormentas?
Acá, cada vez que llueve mucho, siempre hay problemas. No solo durante las tormentas fuertes, sino también cuando llueve de forma prolongada. El barrio se inunda porque no tenemos cloacas ni obras hidráulicas. Esto no es algo nuevo, llevamos más de 40 años en esta situación. Es peor ahora, con los efectos del cambio climático, y en los últimos años varios barrios, incluso el que está al lado, se inundaron y las familias perdieron lo poco que tenían. El agua les entra y en cuestión de horas lo destruye todo, lo que construyeron con años de esfuerzo.
Además, el peligro no es solo la inundación. Ahora, con la llegada de la primavera y el verano, nos enfrentamos otra vez al dengue. Los expertos ya nos avisan que se viene una nueva epidemia, como la que vivimos hace poco, que estuvo relacionada con la acumulación de agua estancada, la pobreza y la falta de obras. En esa época, el gobierno no tomó medidas suficientes, y ahora estamos nuevamente en riesgo si no se actúa a tiempo.
Lo irónico es que acá la mayoría de los vecinos trabajan en la construcción. Pasan su vida construyendo casas para otros, pero ellos mismos no tienen acceso a una vivienda digna ni a obras básicas en su propio barrio. Por eso siempre insistimos en la necesidad de un plan de obras públicas controlado por los trabajadores y las organizaciones del barrio. Somos nosotros los que conocemos las necesidades reales: viviendas, cloacas, agua potable y, sobre todo, obras hidráulicas para evitar las inundaciones.
Tuviste la oportunidad de llevar tus luchas al Concejo Deliberante y fuiste uno de los docentes de Merlo que logró acceder a una banca durante tres años. Sabemos que percibías el sueldo de un docente y donabas el resto de la dieta. ¿Cómo fue esa experiencia para alguien que viene más de la educación que de la política?
Fue una experiencia muy enriquecedora en todos los planos. Lo más importante es que logramos poner nuestras bancas al servicio de los que no tienen voz habitualmente, como los trabajadores de la educación, los obreros, las familias de los barrios populares y los trabajadores de la salud. Acompañamos muchas luchas y reclamos, desde despidos en fábricas hasta la falta de obras y vivienda digna en los barrios. Presentamos proyectos para los feriantes, para pacientes con fibromialgia, y siempre estuvimos del lado de los que luchan por sus derechos.
Nuestra presencia fue una novedad política porque, como vos decías, nosotros cobramos como docentes y donamos el resto, algo que nadie más hace. El Consejo Deliberante de Merlo es una "cueva de ladrones", donde la mayoría están más preocupados por sus carreras políticas que por las necesidades de la gente. Nosotros hicimos todo lo contrario: acompañamos movilizaciones, defendimos los derechos en la calle, y enviamos un mensaje claro de que cualquier conquista se logra con lucha y unidad.
Eso sí, nos enfrentamos a muchas trabas. Intentaron limitarnos de todas las formas posibles: no querían entregarnos los presupuestos, nos cortaban el micrófono, llegaron a ponerme un parlante en la oreja para que no pudiera hablar. Nos enfrentaron patoteros del peronismo y de los concejales de la Libertad Avanza, pero nunca nos vendimos, mantuvimos nuestras convicciones firmes.
En resumen, fue un orgullo haber utilizado ese espacio como una tribuna para los que no tienen voz, y haber impulsado la organización independiente de los trabajadores. Mi objetivo sigue siendo construir un partido socialista que luche por un gobierno de los trabajadores, porque creemos que las soluciones capitalistas han fracasado y es hora de que los trabajadores tomen las riendas del país.
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